- Los jóvenes del ECYD, cada uno de un país y de una cultura diferente, compartimos un objetivo, llegar al Cielo, y un mismo amor, el de Dios
- Me he dado cuenta de lo felices que somos los que tenemos a Dios en nuestras vidas, y lo privilegiada que soy por ello
- Las consagradas y legionarios están siempre ahí, y me ayudan a crecer en una amistad auténtica con Dios
- He estado rodeada de gente tan auténtica que he podido mostrarme tal como soy y ser yo misma en todo momento sin sentirme juzgada
Blanca Zulategui Maroto es una joven sevillana de 19 años responsable del ECYD en la capital andaluza. Ella, junto a otras responsables, y el P. Luca Toffolon, L.C., han participado en el encuentro europeo de responsables del ECYD que se ha celebrado en Roma durante la pasada Navidad. Al encuentro también asistieron jóvenes de Francia, Alemania, Italia, Eslovaquia… Blanca nos comparte que para ella “el ECYD es la familia que Dios ha puesto en mi vida para encontrarlo, y ojalá siga creciendo muchos años más y pueda llegar a tocar más corazones y cambiar la vida de jóvenes y adolescentes para acercarlos más a Cristo”. A continuación te ofrecemos su testimonio.
El encuentro europeo de responsables del ECYD en Roma han sido unos días cargados de aprendizajes, emociones y momentos únicos que Dios ha puesto en mi camino para recordarme que soy hija suya y que me ama. Ha sido impresionante sentir cómo Dios se ha hecho presente a través de aquellos que formaban parte del encuentro para llegar a mí.
Una de las cosas que me llevo conmigo es a todas a las personas que he tenido la oportunidad de conocer, tanto jóvenes, responsables y colaboradores, como sacerdotes, consagradas y hermanos legionarios de Cristo.
Los jóvenes del ECYD, cada uno de un país y de una cultura diferente, compartimos un objetivo, llegar al Cielo, y un mismo amor, el de Dios
Ver como nosotros, jóvenes del ECYD, cada uno de un país y de una cultura diferente, compartimos un mismo estilo de vida, un objetivo o misión que es el de llegar al Cielo, y un mismo amor que nos une, el de Dios, ha sido una de las cosas que más me ha impactado en los días de convivencia.
He estado rodeada de gente tan auténtica que he podido mostrarme tal como soy y ser yo misma en todo momento sin sentirme juzgada. Es en pequeños detalles como este en los que me he dado cuenta de lo felices que somos aquellos que tenemos a Dios presente en nuestras vidas y lo privilegiada que soy por ello.
Además me siento una de la persona más afortunadas del mundo por ser miembro y formar parte del ECYD, de estar acompañada por consagradas y sacerdotes que están siempre ahí para mí, y que me ayudan a crecer en una amistad auténtica con Dios.
Para mí, el ECYD es la familia que Dios ha puesto en mi vida para encontrarlo, y ojalá siga creciendo muchos años más y pueda llegar a tocar más corazones y cambiar la vida de jóvenes y adolescentes para acercarlos más a Cristo.
Hasta el Cielo no paramos
Y concluyo con la frase protagonista del testimonio que dio el colombiano Simón Pardo y que nos llevamos todos los participantes grabado en el corazón: “Hasta el Cielo no paramos”. Y así es: todavía nos queda mucho lío por hacer.